Es promotor e investigador del indigenismo desde la perspectiva del danzante del venado mayo yoreme, en el medio urbano y en las propias comunidades indígenas
Leonardo Yáñez cumple 40 años de personificar la danza del venado
Leonardo Yáñez Juárez, mejor conocido como “El venado”, cumple 40 años de interpretar esa danza. Su pasión y destreza han sido admiradas en plazas, parques, escuelas, colonias, sindicaturas y comisarías, en la República Mexicana, Estados Unidos y algunos países de Centro y Sudamérica, por lo cual es ya toda una leyenda.
Leonardo cuenta en entrevista que su acercamiento fue circunstancial: se refugió en el arte para evadir los problemas de su comunidad y ser arrastrado por los vicios y la violencia. “La danza fue una forma de crear y fortalecer una identidad, la mía. Al mismo tiempo, una herramienta o tablita de salvación para no perderme en esa inercia”.
Gracias a ella conoció, desde los 11 años, festivales, encuentros, seminarios, conferencias y eventos de instituciones públicas y privadas que fueron abriendo nuevos caminos y grandes oportunidades para él.
Leonardo recibió las primeras enseñanzas sobre cultura yoreme de su padrino bautismal y de la familia que se formaba en las fiestas patronales, donde siempre hay música, rituales, ceremonias y danzas de matachines, de pascola, del venado, “tradicionales en esta región, vistas por nosotros como algo normal por integrar la verbena”.
Ese contexto lo impulsó para ingresar en la Escuela Superior de Ciencias y Artes Mukila Mazo y estudiar formalmente todo lo relacionado con la cultura.
Ahora es promotor e investigador del indigenismo desde la perspectiva del danzante del venado mayo yoreme, en el medio urbano y en las propias comunidades indígenas. Es maestro de danza folclórica y recreación y fundador del Centro de Iniciación Artística y Análisis de Costumbres Mayas.
En su búsqueda por profesionalizar sus conocimientos, afirma, se dio cuenta de que lo aprendido en las barras, en el templete, en la duela o frente al espejo dista mucho de la realidad que se gesta debajo, en las enramadas, en los atrios de las iglesias, en la misma comunidad: es otra representación del suceso folclórico.
“Me gustó dar un extra e ir un poquito más allá de lo que me enseñaron en la academia, y ver qué quedaba de reminiscencias en las comunidades indígenas”, afirma Leonardo.
Plantea que el yoreme o el indígena no necesita hacer un salto, un giro o un triple salto mortal para que su danza luzca espectacular, pues la interpretación misma ya lo es.
Plantea esto en el sentido de que existen dos maneras de ejecutarla: por un lado, la del danzante originario de la comunidad, por otro, la del bailarín de la agrupación folclórica; ambas son válidas y admirables, pero totalmente diferentes, abunda el entrevistado.
Dentro de las comunidades hay muchos cantos del venado y momentos de la vida del animal en el monte: “Los danzantes interpretan muchos momentos para cada hora del día y de la noche. Hay un canto en especial, incluso para cada ceremonia”.
Caso contrario sucede entre los grupos y ballets folclóricos de México, “donde el bailarín corre, salta por el aire, es cazado y matado, y esta historia no existe: no se mata ni caza al danzante del venado en comunidades de yaquis o mayos, tampoco salta ni hace piruetas y acrobacias, nada de eso”.
“El danzante se ocupa de dejar fluir una energía, un nivel de inspiración de acuerdo con el entorno, a la creencia de una deidad, a una fecha, a una manda, a una leyenda o fábula fundacional”, afirma.
En cambio, agrega, en el bailarín no hay un enfoque de creencia o emoción: en pocas palabras, la danza no está intencionada. “De eso me percaté, y pensé que podría ser muy importante empezar a establecer estas diferencias. Claro que no fui el primero, pues, con el paso del tiempo, leí a muchos teóricos de la danza y vi coincidencias, comencé a analizar las definiciones que daban”.
Afirma que, hoy en día, la versión estilizada del ballet folclórico es muy hermosa, un espectáculo y proyección de un suceso folclórico que sobre el escenario raya en lo sublime, lo cual da como resultado lo que vemos en el trabajo final; pero existe también la costumbrista, con diversas interpretaciones, pero todas poseen una sustancia básica.
Ahora, a sus 51 años, Leonardo “El venado” Yáñez asegura estar conforme y lleno de satisfacciones por la vida que ha logrado, fundamentada en el estudio y en un trabajo que, más que serlo, es un compromiso que lo llena de orgullo por representar a su pueblo, sus tradiciones y su gente.