Cada playa desierta, cada conversación con un local, cada amanecer junto al mar es una lección de sencillez y plenitud
Viajar sin prisa: 5 playas de Costalegre para redescubrir
En un mundo donde los viajes suelen planearse con mapas llenos de puntos por tachar y con relojes que dictan horarios imposibles, Costalegre, Jalisco, aparece como un recordatorio de que no todo se trata de correr.

Esta franja del Pacífico mexicano, todavía discreta frente a los grandes destinos de sol y playa, guarda en su esencia una invitación distinta: viajar despacio, con calma, sin prisa, disfrutando cada momento al ritmo de la naturaleza.
Bajo la filosofía del turismo slow, que propone valorar la calidad por encima de la cantidad, este destino se convierte en el escenario ideal para quienes desean dedicar tiempo a conocer un lugar en profundidad, convivir con su gente, saborear su gastronomía local, respetar el entorno natural y dejar que cada experiencia fluya sin imposiciones. Es una alternativa que privilegia la calma, la autenticidad y la conexión genuina con el entorno.
En playas solitarias como Boca de Iguanas, el vaivén de las olas marca el ritmo de los pasos y los atardeceres se convierten en rituales compartidos con el horizonte. Entre octubre y marzo, este refugio natural se llena de vida y esperanza, cuando las tortugas marinas llegan a desovar. Biólogos y visitantes se convierten en testigos y guardianes de este ciclo milagroso, liberando crías que se adentran en el océano, y dejando que cada instante en la arena se transforme en toda una experiencia.
El espíritu del turismo slow también está en los pueblos costeros que salpican este corredor. En La Manzanilla, por ejemplo, los viajeros encuentran un santuario de manglares donde conviven iguanas, aves y cocodrilos: es una experiencia de inmersión en un ecosistema vivo que exige respeto.
En Chimo, que es un pequeño y acogedor pueblo pesquero con menos de 300 habitantes, conserva su esencia tradicional y ofrece a los visitantes una experiencia de desconexión total y contacto directo con la naturaleza. Sus aguas invitan a nadar y a disfrutar de la belleza natural que rodea este destino poco explorado, donde la serenidad y la pureza del entorno crean una atmósfera única.
En Villa del Mar se extiende en un paisaje de belleza incomparable, donde los atardeceres se convierten en un espectáculo único. Aquí, el sol se funde con el horizonte, tiñendo el cielo de tonos cálidos que reflejan su magia sobre las aguas cristalinas del mar.
Para desconectarte también está Playa Caballo que es un oasis de tranquilidad, donde la fina arena dorada se funde con la exuberante vegetación tropical para crear un paisaje simplemente idílico. Al ser una playa aislada, aquí el tiempo parece detenerse, permitiendo una conexión profunda con la naturaleza en un ambiente de paz absoluta.

No se trata de desconectarse del mundo, sino de reconectarse con uno mismo. Costalegre demuestra que para el descanso auténtico a veces basta una hamaca, un cielo estrellado y el sonido incesante del mar.
El turismo slow no solo cambia la forma en que se conoce un lugar, cambia también a quien viaja. En Costalegre, la experiencia de vivir sin prisas se convierte en un recordatorio de que el tiempo no debe medirse en lugares visitados, sino en momentos disfrutados. Cada playa desierta, cada conversación con un local, cada amanecer junto al mar es una lección de sencillez y plenitud.