Este suceso “nos pone en cuestión como seres vivientes”, afirma el académico de la UAM
El COVID-19 jaqueó la modernidad: Enrique Dussel
La enfermedad del COVID-19 “ha jaqueado la modernidad, tal como en el ajedrez un peón puede poner en jaque al rey, porque por primera vez en la historia se ve amenazada por la naturaleza”, expresó el doctor Enrique Dussel Ambrosini, investigador del Departamento de Filosofía de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
El homo sapiens tiene 200 mil años en la Tierra y “nunca aconteció un hecho en el que de pronto toda la humanidad fuera atacada por el ambiente”, en específico por un virus microscópico que es mucho menos que una bacteria y que una célula, dijo el historiador de la Unidad Iztapalapa de la Casa abierta al tiempo.
Esto “nos pone en cuestión como seres vivientes porque nos permite tener conciencia del logos”, ya que si bien los descubrimientos tecnológicos logran el acceso en un segundo a lo que pasa en África o Asia, esta conciencia mundial no había pasado con peste alguna, incluida la gripe española que mató a más de 50 millones de personas.
Esta es la primera pandemia en la que la población se siente atacada por un padecimiento derivado de “la mutación de un virus que es parte del entorno”, por lo que se trata de algo único que encierra una advertencia de la naturaleza, atacada desde el comienzo de la modernidad hace cinco siglos, de manera particular, aunque lo peor es que una vez pasada esta contingencia ”vamos a seguir teniendo la misma actitud, lo que resulta peligrosísimo, porque va a llevar al suicidio de la humanidad”, advirtió Dussel Ambrosini.
Por ejemplo, cuando Monsanto y otras empresas siembran semillas modificadas provocando que afectan las plantas, el hábitat empieza a atacar la agricultura con sus propias bacterias y virus más violentos, lo que a su vez la lleva a fabricar pesticidas más fuertes, en un ciclo cada vez más riesgoso.
Desde el comienzo de la modernidad “hemos definido la naturaleza como un mero objeto que podemos manejar, conocer y explotar, y nos situamos frente a ella como destructores, pensando que es casi infinita y va a resistir todos los agravios de la ciencia, la tecnología y el modelo económico, además de que reciclará todo lo que los humanos producen de negativo al intervenir en ella”.
El filósofo argumentó que virus como el COVID-19 arremeten con mayor vehemencia, porque las mismas personas, con sus fármacos, han modificado las afecciones, que se transforman en unas más difíciles de superar.
La ciencia y la tecnología modernas –la gran revolución teórica del siglo XVII y la industrial del XVIII– generaron grandes inventos que significaron ventajas extraordinarias para la civilización actual, pero lo que ni los más grandes científicos han advertido es que esas creaciones progresivas tienen efectos dañinos en los ecosistemas.
Ahora “la naturaleza nos interpela y nos dice: ‘ustedes, con sus ciencias aplicadas y consumismo, están destruyendo las opciones de reproducción de la vida en el pequeño planeta”, ya que cuatro mil millones de años atrás la existencia misma empezó a modificar la Tierra para hacerla apta y a su vez originar en la corteza terrestre la supervivencia, es decir, las bacterias causaron la atmósfera, una capa protectora de ozono que logró una temperatura idónea para la evolución.
El desastre en aquélla entraña la destrucción de la posibilidad de la fecundación, lo que quiere decir que la población se está suicidando, porque en el proceso civilizatorio arrasa con la existencia.
El Profesor Emérito de la UAM advirtió que pretender regresar a la normalidad una vez que pase la contingencia que hizo a la gente quedarse en sus casas “no es normal, sino perjudicial para la vida”, por lo que “habrá que cambiarla radicalmente” y, en ese sentido, el virus COVID-19 “nos dice a la modernidad, a la ciencia, a la tecnología y a la universidad que si seguimos por el mismo camino la humanidad desaparecerá”.
Todo lo anterior se liga a un modo político liberal y de mercado que no es solidario, sino que privatiza las cosas y, por tanto, no puede dedicar dinero a la salud de un pueblo, debido a lo cual “es un mal modelo porque no se rige por el principio ‘vida’, sino por el de ‘aumento de la tasa de ganancia’ y esto nos hace ir al suicidio colectivo”.
El historiador y filósofo subrayó la necesidad “del replanteamiento cabal del sistema,” pero en lugar de eso se están discutiendo “asuntos secundarios, entre ellos, qué vamos a hacer después de la pandemia y cómo vamos a superar la crisis económica”, todo lo cual es real, pero no prioritario para una reflexión que esta pausa debiera “hacernos encarar, porque se trata de un problema ético fundamental: lograr un mejor tipo de vida para la humanidad”.
Sin embargo, lo que se seguirá haciendo es procurar un desarrollo del consumo de productos, muchos innecesarios, lo que implica que uno por ciento de las personas acumule grandes riquezas y la mayoría quede sumida en la pobreza.
Por lo tanto, “o seguimos con el mismo sistema global de la modernidad liberal capitalista, individualista e irresponsable de los pobres o empezamos a idear otro tipo de mundo, lo cual de todas formas tendremos que llevar a cabo”, porque el devenir actual llevará a crisis mayores y entonces la población mundial deberá tomar decisiones que nunca había querido para poder sobrevivir.
En esta coyuntura de la pandemia se ha dado importancia a la salud de la gente, más que al aumento del negocio y de la vida de la elite y, justamente “eso es lo que debemos consumar: pensar en la vida de todos los humanos y no sólo en mantener una organización que piensa en el incremento de la ganancia, mientras que el que no puede ganar y es vencido en la competencia empobrece y muere”.
El gobierno federal “tiene más conciencia que los anteriores, que con la corrupción permitieron que una élite se apropiara de la riqueza de un pueblo.
Por lo menos ahora se dice: ‘por el bien de todos, primero los pobres’ y eso es fundamental”, porque revela que “vamos por buen camino, pero habría que crear una teoría y las universidades tendrían que captar su responsabilidad” para conseguirla y no seguir pensando en una ciencia y tecnología eurocéntrica, no propia para América Latina.