Felinos, aves, reptiles, entre muchos otros animales endémicos de la Costa chica oaxaqueña, son el alma que nutre sus grabados
Gran maestro en talla de la jícara. Yoho May: Mis raíces
A través de su obra, Olegario Hernández cuenta una historia de superación ya que desde muy pequeño lo motivó a aprender la talla de la jícara, un fruto proveniente del árbol del mismo nombre que crece en la costa oaxaqueña. Para él, una calabaza es como una hoja de papel donde puede dibujar y dejar volar su imaginación. Es una artesanía que se moldea con sueños.
El Maestro Hernández comenzó a hacer diseños tradicionales en calabazas, pero pronto sintió la necesidad de ponerles su propia etiqueta. A los 19 años deja su natal Pinotepa de Don Luis, Oaxaca, para aprender español; más tarde, decidido a perfeccionar su técnica, estudia Artes Plásticas en Guadalajara, ciudad donde encuentra un benefactor a quien conoce mientras se ganaba la vida vendiendo jícaras labradas, técnica que aprendió desde pequeño.
Al término de sus estudios -narra Olegario- y aún con la inquietud de rescatar el oficio de la talla de la jícara, regresa a su comunidad para aplicar las técnicas que aprendió de las calabazas, combinando así colores, tintas, estofado o pan de oro, plata y cobre.
La jícara labrada es una artesanía que se moldea con sueños; el Maestro Hernández sabe que compartir el conocimiento enriquece a quien lo da. Conoce las historias que hay detrás del trabajo de las artesanas y los artesanos dedicados a este trabajo.
Han sido años de paciencia y labor -agrega- sin embargo a la fecha ha logrado no sólo reestablecer este arte como un oficio en su comunidad, sino también ha creado un taller llamado Yutin Tuyachin (árbol de calabaza). Yachi es el fruto de la jícara o calabaza y crece de manera abundante en las montañas de Pinotepa de Don Luis, en la Costa Chica y las regiones Mixtecas de Oaxaca. Estado del sur de México, que ha sido un lugar de talentos en muchas disciplinas y una de las zonas con mayor número de etnias en el país, lo cual deviene en manifestaciones culturales permanentemente y desde tiempos inmemoriales.
Las últimas décadas han sido una explosión de artistas en ámbitos distintos alcanzando niveles y reconocimientos importantes. Olegario Hernández es una prueba más de la producción talentosa de esta región, concretamente de Pinotepa de Don Luis. Desde pequeño convivió con los guajes o jícaras que abundan en su región, entre objetos lúdicos y objetos de uso cotidiano, lo que permitió la familiaridad y el contacto como herramienta y como soporte. Sí, así es, como soporte para la expresión de sus inquietudes artísticas. Pronto se dio cuenta de las bondades que ofrecía el material para realizar sus dibujos y así comenzar de forma “inocente y lúdica” su lenguaje, que con el tiempo se convirtió en su forma de expresión y de vida.
Sin seguir de forma ortodoxa esta técnica, la manera como llegó Olegario a estos resultados similares, fue a través de error y acierto, de trabajo y disciplina constante, de la familiaridad con la materia pero especialmente con su talento e inventiva para lograr lo que le obsesionaba en la mente; partir de un color neutro (huaje), grabar con herramientas muy sencillas y “entintar” la superficie/soporte, logrando resultados asombrosos y de una plasticidad sorprendente al seguir la curvatura natural de los guajes.
Es así como el Museo de Arte Popular presenta las obras del Mtro. Olegario Hernández en un esfuerzo por mostrar el talento mexicano, las resoluciones plásticas y la inventiva que emerge de la necesidad y la genialidad creativa de la cultura ancestral, fundida en una iconografía contemporánea.
La Exposición YOHO MAY. MIS RAÍCES se inaugura este miércoles 30 de noviembre a las 19:00 horas en el marco de Noche de Museos, para permanecer en exhibición hasta el 19 de febrero, de 2023, en la Galería del MAP.