Mantiene una retroalimentación con los brigadistas para mejorar técnicas o tiempos, además de que inspecciona que los vehículos se encuentren en buenas condiciones
Herencia de su padre: ser combatiente de incendios forestales
Asegura que la mejor herencia que le pudo haber dejado su padre es ser combatiente de incendios forestales. “Este trabajo viene de herencia”, presume Javier Bolaños Camacho, brigadista de la Dirección General de la Comisión de Recursos Naturales y Desarrollo Rural (DGCORENADR), en el marco del Día Internacional del Combatiente de Incendios Forestales. Menciona que su padre, desde muy joven, combatió incendios forestales durante 45 años. “Él me dejó este legado que con tanto orgullo llevo en estos ya 30 años de carrera”.
Aclara que para él, ser combatiente de incendios forestales no se trata sólo de un oficio sino de una carrera profesional, de la cual “he aprendido muchísimo”. Javier es responsable de la brigada especial Álamos para el combate de incendios forestales. Es un hombre alto y fornido, líder de 30 personas, entre ellos torreros y bomberos forestales con quienes se mantiene en comunicación todos los días y se organiza para detectar y estar listos ante cualquier aviso de incendio en las zonas aledañas al campamento del volcán Xitle.
Javier planifica todo, desde que se levanta, a las 6 de la mañana, y nunca sale de su casa sin portar su camisola amarilla, su pantalón café y esas botas pesadas que lo protegen del calor que se siente en cualquier incendio forestal: “Siempre reviso que en mi mochila estén las herramientas que podrían salvarle la vida a cualquiera de mis compañeros: guantes, casco, lámpara, radio de comunicación, agua y un poco de alimento”. Después de asegurarse que lleva todo esto, está listo para llegar al campamento.
Mantiene una retroalimentación con los brigadistas para mejorar técnicas o tiempos, además de que inspecciona que los vehículos se encuentren en buenas condiciones: que tengan suficiente aceite, agua, anticongelantes para que en caso de incendio puedan actuar con rapidez y eficacia.
Ve como su familia a los combatientes, conviven, hombro con hombro, hasta 12 horas. Además, la mayoría de ellos tienen 27 años trabajando juntos, como equipo. “Somos una familia, tenemos una hermandad como en todos los matrimonios: altas y bajas, discusiones, malos entendidos, puntos de vista diferentes, pero al final de cuentas, lo importante es cómo nos vamos a unir para contrarrestar a nuestro enemigo: el fuego”, manifiesta el líder de combatientes.
Él, al igual que otros 554 combatientes de la DGCORENADR, hace hasta lo imposible por sofocar las llamas en los bosques de la Ciudad de México; sin embargo, cuando la situación se torna más complicada, también luchan contra la impotencia de no poder actuar con la rapidez de la luz. “La frustración que tenemos nosotros los combatientes es querer apagar y que no se dañe mucho el ecosistema”, expresa Javier.
Dice que ser un líder no es un compromiso fácil, sino “una gran responsabilidad, porque no nada más es una manguera, un camión […] Es gente, amigos, familia a la que tengo que cuidar. Es algo que no se describe con palabras, más que nada, se siente lo que tienes que hacer. Tienes que estar bien emocional y físicamente para poder brindar el apoyo moral y psicológico a mis compañeros combatientes. Nos disfrutamos, nos gozamos, nos abrazamos, nos felicitamos porque todos entramos bien, todos salimos bien con la certeza de que nuestro trabajo ha servido y es de suma importancia para la Ciudad de México. Esa es la emoción”, finaliza.