El público podrá disfrutar del colorido y creatividad que envuelven a las tradicionales piñatas, que se exhiben en el patio del museo del 12 de noviembre al 11 de diciembre, de 2022
Premiación del Concurso de Piñatas Mexicanas 2022
El Museo de Arte Popular (MAP) organiza por decimosexta ocasión el Concurso Exposición de Piñatas Mexicanas con la finalidad de rescatar la esencia del arte popular en la fabricación de estas significativas figuras, imprescindibles en la celebración de toda Posada.
En esta edición participan artesanos y artistas procedentes de la Ciudad de México y los estados de México, Aguascalientes, Durango, Guanajuato, Hidalgo, Michoacán, Morelos, Oaxaca, Puebla, Querétaro, Quintana Roo, San Luis Potosí y Tlaxcala, haciendo gala de su imaginación y destreza, contribuyen a mantener viva una tradición que ha perdurado en México a lo largo de varios siglos.
Niños, jóvenes y adultos podrán disfrutar del colorido y creatividad que envuelven a las tradicionales piñatas, 189 en total, que se exhiben en el patio del MAP, del 12 de noviembre al 11 de diciembre, de 2022. El concurso comprende tres premios principales de 20, 15 y 10 mil pesos, para el primero, segundo y tercer lugar, respectivamente.
Además, el jurado otorga hasta 10 menciones honoríficas con un estímulo económico a cada una, de dos mil pesos. Así como seis reconocimientos a la creatividad (sin estímulo económico). Las fiestas navideñas son parte del mundo occidental y en México estas fechas están permeadas por rasgos característicos, fruto del sincretismo de fiestas prehispánicas, cristianas y populares.
La Nochebuena y la Navidad salieron de los recintos eclesiásticos para celebrarse en los hogares, en donde se convertirían en fiestas familiares y comunitarias. Antes de la Nochebuena existe un conjunto de preparaciones y festejos como las pastorelas, la instalación del Nacimiento y, por supuesto, las Posadas (del 16 al 24 de diciembre), las cuales se celebran con procesiones, cánticos, velas, ponche de granada o frutas y piñatas.
Figuras, estas últimas, colmadas de colorido y creatividad, sinónimo de diversión y alegría. En México, antes de la conquista española se celebraba el advenimiento de Huitzilopochtli en el mes Panquetzaliztli, el cual coincidía con la época en que los europeos festejaban la Navidad. Esto hizo que las Posadas o Jornadas, fueran una de tantas ceremonias de carácter profano-religioso que utilizaron para sustituir los antiguos ritos de los indígenas, por la fe católica.
Durante los primeros años de la Colonia la costumbre era concurrir a los atrios, misma que se fue extinguiendo poco a poco, hasta casi desaparecer. Pero los indígenas ya evangelizados y encariñados con las tradicionales ceremonias, las trasladaron a sus casas “y como en los tiempos paganos, además del acto puramente religioso, efectuaron bailes y convites entre los vecinos”. Ya en 1808, las posadas se desarrollaban con entusiasmo desbordante, principalmente en la Ciudad de México, en casi todas las familias y con más o menos lujo, según sus posibilidades.
Don Antonio García Cubas relató en el Libro de Mis Recuerdos, dicho festejo: En La plaza de la Constitución era en los días del Novenario o de las Posadas una Babel…Grandes balanzas de hierro pendían del techo así como faroles de papel de diversos colores y las Piñatas u ollas que habían de llenarse de colación y fruta, muy adornadas con calados de papel y fafalaises o revestidas de papeles y lienzos para representar diversas figuras. Hoy en día, en los atrios de las iglesias, en patios de las casas e incluso en las calles, se cuelgan piñatas de barro o cartón que tradicionalmente tienen una forma de estrella de siete picos brillantes, para después ser golpeadas con un palo o madero que representa la virtud y la esperanza de aquel que va a romper la piñata.
En algunos lugares de Veracruz, Chiapas y el Istmo de Tehuantepec, durante la temporada de posadas, también se acostumbra hacer las “ramas”: se adorna la rama de un árbol en cuyo centro colocan un pequeño nacimiento, con esto los peregrinos recorren las calles para entonar en las puertas de las casas los cánticos también llamados “ramas”, acompañándose con unas sonajas o un pequeño tamboril, o en otros casos con jaranas veracruzanas y un requinto jarocho.