El binomio política-guerra es una cuestión absolutamente viril, indica Giulia Sissa
Un análisis para el pensamiento feminista
Una revisión de ideas desde la antigüedad griega –Aristóteles– pasando por la interpretación del catolicismo –Tomás de Aquino– que señala contundentemente que la democracia está hecha sólo para los varones por sus características naturales –virilidad y valentía– y que coloca a las mujeres en una posición de inferioridad y subordinación respecto de ellos, pero que durante la Ilustración –Condorcet– da a ellas el derecho a la ciudadanía, es realizada en el libro El poder de las mujeres: un desafío para la democracia.
El texto, de Giulia Sissa, que fue presentado en la Casa Rafael Galván de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) por las doctoras Eli Bartra y María García Castro, con la moderación de Ana Lau Jaiven, académicas de la Casa abierta al tiempo, muestra el origen de las doctrinas femeninas situadas desde la antigua Grecia hasta la Ilustración.
Sissa afirmó que la obra presenta tres paradojas que marcan los distintos panoramas en los que la mujer aparece vulnerable y con obligación de obediencia en un sistema viril, bajo la superioridad y capacidad de mando del varón, que emplea silogismos con la necesidad de justificar su dominación.
La primera singularidad es que la democracia nace sexista, ya que en el mundo antiguo el poder de pueblo –krátos– menciona que sólo puede servirse a los varones, porque sólo ellos son capaces de luchar en el campo de batalla y, por lo tanto, de gobernar la ciudad –poli–, es decir, el binomio política-guerra es una cuestión absolutamente viril.
Sólo ellos tienen la virtud de valentía y son ciudadanos guerreros con participación en la vida comunitaria, porque tienen el poder de tomar decisiones para lo cual se necesita un temperamento belicoso y de bravura, que son características que sólo el poder masculino podía representar en forma digna.
En ese sentido, a las mujeres se les ve como cobardes, blandas, intolerantes ante el menor dolor y ante cualquier esfuerzo y son irresolutas, particularidades que no son merecedoras del carácter democrático.
La segunda paradoja indica que las féminas no eran menos racionales que los varones, ellas al tener un “thymus” frío –en griego significa energía vital– tenían la peculiaridad de ser más inteligentes, astutas, capaces de aprender, pero el frío también era asociado con el terror y el miedo.
Por otro lado, los varones al tener un thymus caliente –símbolo de valentía, fogosidad, temperamento– son determinantes en la toma de medidas. Entonces, el pensamiento de Aristóteles se reducía a que ellas son débiles por no tener suficiente thymus y, por lo tanto, incapaces para resolver en un proceso deliberativo –piensan demasiado las cosas– en un momento terminante.
El pensamiento cristiano, por su parte, lleva la inferioridad femenina hasta la racionalidad cognitiva; retomando los textos de Aristóteles sobre la política y en combinación con la Biblia, Aquino manifiesta que la mujer no puede tomar decisiones ni deliberar, porque es débil por naturaleza, es un accidente necesario y debe someterse al varón cristiano porque Dios así creó la naturaleza.
La tercera paradoja tiene influencias de la época de la Ilustración, que anuncia que las mujeres poderosas son posibles y les otorga la igualdad de oportunidades, que surge de su propia fuerza que retoman desde personajes como las amazonas Yocasta o Artemisa hasta las heroicas doncellas.
Condorcet, pensador básico de fuente de inspiración filosófica, luchó contra la jerarquía feudal en favor de la igualdad, cuando las féminas tienen derecho a la ciudadanía, y no podemos desperdiciar este proyecto de la Ilustración para cultivar luces rosas, incluso de color arcoíris, manifestó Sissa.
La doctora Bartra, Profesora Distinguida de esta casa de estudios, manifestó que el primer desencuentro que la autora plasma en su obra se halla al analizar el sexismo de la democracia, es decir, el pueblo en apariencia neutro –que nunca ha incluido a las mujeres– en realidad se concibe y representa como masculino.
Este sistema político “que debería ser representado con el voto universal, libertad, igualdad y fraternidad, en el androcentrismo sustancial es evidentemente sexista, clasista y racista”, indicó la académica de la Unidad Xochimilco.
En el libro escrito en francés, la doctora García Castro, profesora del Departamento de Sociología de la sede en Azcapotzalco, expuso que las asociaciones que califican a la sociedad en dos grandes categorías en función de un reparto desigual del poder –varón dominación, mujer subordinación– son no sólo arbitrarias, sino también contradictorias e incongruentes: razón-pasión, fortaleza-suavidad.
“Resulta sorprendente que la misma característica destaca la superioridad masculina y la inferioridad femenina, por ejemplo, el apasionamiento, producido por el thymus que proporciona valentía y arrojo a los varones, asociado con el poder femenino lleva a la pasión, a la pérdida del control y de la capacidad de llevar decisiones”, apuntó durante la presentación del texto, que fue moderada por Lau Jaiven.
La Ilustración acepta la igualdad natural de los varones independientemente de sus muy diversos métodos y rasgos, pero las mujeres, al tener la necesidad de gestación y reproducción, siguen siendo vistas como cuerpos sexuados, finalizó.