La obra de Rodríguez Döring replantea el vínculo entre paisaje y acción humana
Visita Lago de los colores en el MAP
Lago de los Colores se presenta a partir de este sábado 8 de junio, a las 12:00 horas, para permanecer en exhibición hasta el 21 de julio, de 2019, en la Sala Pieza del mes del Museo de Arte Popular (MAP)
El lago de Atitlán se encuentra en el corazón de la sierra guatemalteca. Siendo un lugar muy turístico; algunos de los pueblos de alrededor albergan mercados semanales donde comerciantes de la región acuden a vender diversos tipos de mercancía, particularmente textiles, que son muy apreciados en todo el mundo.
En nuestros tiempos, desafortunadamente, la mayoría de estos tejidos son productos industriales de muy mala calidad, fabricados inclusive en otros países.
Rodríguez Döring eligió pintar sobre estos suvenires (recuerdos que se adquieren en un sitio a modo de recuerdo) las increíbles vistas del lago y la basura que encontró en sus playas -cuya existencia obviamente reprueba, pero que al mismo tiempo rescata- como el pretexto idóneo para su trabajo de investigación en torno al uso del color en México y nuestros pueblos hermanos.
El objetivo del artista es desenterrar la imagen que habita en la superficie del cuadro, asumir que este se encuentra pintado de antemano, desde la historia de la pintura, desde el desarrollo de las técnicas compositivas o colorísticas, así como el trabajo manual e intelectual del artista; Arturo reflexiona sobre la pintura desde su esencia.
Su más reciente aproximación a la fenomenología del cuadro pictórico lo llevó a trabajar el soporte, como un factor que determina las cualidades de lo representado. El uso de textiles indígenas como base dio como resultado superficies texturizadas, que le proveen de un plano constructivo a partir del cual, el acto de pintar deviene en una forma de ocultar y develar lo real.
En los paisajes impresionistas la naturaleza era el escenario para la interacción de los personajes y en la práctica contemporánea el paisaje es el reconocimiento de los (des)hechos humanos que convierten al espacio en un no lugar estético. En estas pinturas la estética natural es contrapuesta por la inmediatez de la basura, un daño colateral de la industrialización. Rodríguez Döring replantea el vínculo entre paisaje y acción humana.