El Santuario de las Luciérnagas, te espera en Centro Ecoturístico de Santa Clara, municipio Nanacamilpa, Tlaxcala
Vive una aventura en el bosque…Y admira…¡La noche de las luciérnagas!
Por Ulises García
Llegar a la zona de avistamiento, en plena oscuridad, para ver el apareamiento de las luciérnagas en el Centro Ecoturístico de Santa Clara, municipio Nanacamilpa de Mariano Arista, en el estado de Tlaxcala, no fue sencillo, todo lleva pasos, el primero era dejar la capital de país, tomar la carretera a Texcoco, después de unas cuantas curvas uno puede dirigirse hacia Xocotlán, en el Estado de México, luego seguir la carretera hasta Calpulalpan, en el estado de Tlaxcala, para girar a la derecha y ver un letrero grande de color azul que dice: Luciérnagas, derecho hacia Nanacamilpa.
Una vez adentrándose el poblado que tiene un aspecto sencillo y con calles adoquinadas, por ahí se llega a una de las zonas forestales de Tlaxcala, Villas del Bosque Santa Clara.
Villas del Bosque Santa Clara es un lugar que es rodeado por pinos y oyameles, en su interior tiene una zona para acampar, cabañas, un restaurante del tipo montañoso, con olor a leña y acompañado por otro más, el de café de olla y pan recién hecho.
Aquella zona forma parte de los más de 15 puntos para el avistamiento de las luciérnagas, solo que en Santa Clara tiene diferentes senderos para poder observarlas.
Para poder adentrarse en el avistamiento, primero hay que ir en los meses de junio, julio o agosto, durante la temporada de lluvias, sólo así se podrán apreciar las luciérnagas.
Nanacamilpa, que significa “Tierra de hongos“ en la lengua local, se localiza al poniente del estado, cuenta con una zona boscosa de 4 mil 60 hectáreas compuestas por oyamel, encino y pino, los cuales se ven desde que entra en el municipio.
El ecosistema antes descrito es el lugar ideal para las luciérnagas, de ahí que se le conozca a Tlaxcala como “santuario de las luciérnagas”.
De acuerdo con Gisela Lucero Zepeda, gerente estatal de la Comisión Nacional Forestal de Tlaxcala, en el mundo existen 2 mil especies de luciérnagas, de éstas, 22 géneros se distribuyen en el país, se tienen registradas 164 y esta cifra 84 son endémicas.
“Según la Universidad Nacional Autónoma de México, en el 2012, la luciérnaga que se ubica en en Nanacamilpa, la macrolampis palaciosi, es considerada como nueva especie, por lo que es endémica”, señaló la representante de Conafor.
Ahora, para poder “subir a verlas”, se tiene que contar con guías, los cuales se ofrecen a los visitantes previo pago en Santa Clara, esto se hace porque para poder verlas se tiene que caminar entre crepúsculo y la noche, y ellos conocen los caminos.
Antes de “subir”, a los visitantes se le hace un aviso de que no podrán utilizar celulares para tomar video o fotografías, debido a que pueden lastimar a las luciérnagas, pero con equipo de video o cámara fotográfica, y sin uso de flash, se puede ocupar sin problemas.
Una vez dicho lo anterior se hace un ritual de permiso a la madre naturaleza, en donde los guías piden a los turistas que se tomen de las manos y cierren los ojos. Es en ese momento cuando se conectan con el entorno, porque penetra en la nariz ese aroma salvaje de bosque y tierra, además de “tierra mojada”, o petricor, como lo llaman los expertos, si es que llueve y así fue en esta ocasión.
La lluvia empapaba uno de los caminos hacia arriba, uno de esto fue seleccionado como sendero, el cual estaba hecho por hojas que llevaban días en el suelo, piedras que asomaban y raíces de árboles que se exponían para utilizarlos como escalones.
Cuando se empieza a subir por el camino los turistas se dan cuenta que la luz del atardecer comienza a difuminarse y si está nublado lo hace más rápido, el terreno es sencillo de domar, la zona de avistamiento es difícil, porque puede ser resbaloso tanto por las hojas mojadas o el que uno puede tropezarse con alguna piedra o rama, pero al final se logra llegar al objetivo: un sendero normal.
Quienes van por primera vez para ver a las luciérnagas no se dan cuenta que están en el bosque hasta que empiezan a escuchar más que sus pasos o sus voces, el cantar de varios pájaros o los ruidos de uno que otro mosquito.
Se debe llegar entre las 20:00 y 20:30 horas para poder ver aquel espectáculo natural, es decir, casi en la oscuridad y con lluvia. Comienza cuando uno menos se lo imagina, los visitantes siempre miran de un lado a otro en busca de ellos, y sin querer uno los empieza a ver.
En es el preciso momento en que los sentidos se aíslan a la vista, ya no importan los olores o los ruidos, a nadie le importa eso, solo lo que uno ve. Lo que se observa son unas luces pequeñas voladoras, como chispas de soldar pero estas son rectas, flotan y no se apagan si caen al suelo, tienen una intermediación de pausa que equivale al palpitar de un corazón, y éstas pueden ir solitario o en varios grupos.
Lo que en realidad se ve no es el vuelo de las luciérnagas sino su apareamiento, esto ocurrió a las 20:46, era la hora de la magia de la danza del amor.
Antes de “subir” a la zona de avistamiento uno de los guías explicó que la macrolampis palaciosi, “son pequeñas, llegan medir entre .05 milímetros a un centímetro y el destello que emiten es grande para su tamaño, es una especie endémica, su clico de vida es de aproximadamente de un año y en este momento están en su edad adulta”.
“La diferencia entre macho y hembra es que el primero desarrolla alas, y son las que se ven volar, mientras que la hembra se encuentra en la superficie y está sin poder volar. Se puede ver este espectáculo natural porque para ellas es una danza previa al apareamiento, se estima que por cada hembra hay 100 machos, tanto machos como hembras solo se aparean una vez, ella es quien escoge a su pareja y llega a poner entre 100 y 150 huevecillos”, dijo el guía previamente antes de subir al “ballroom veraniego”.
Otro de los guías expreso que “los pobladores de la región dicen que si una luciérnaga reposa en donde está tu corazón tendrás suerte en el amor”.
Mientras se ven las luciérnagas la noche hace su presencia, llega un momento en que uno solo quiere verlas, y de ser posible tocarlas, pero no se puede, ellas buscan a su pareja y no se mantienen en un mismo lugar. Vuelan arriba de la cabeza, a los costados de los visitantes, o si ya encontraron a su media naranja se verán en el piso húmedo.
Lo que se aprecia son chispas de luz en forma de hilo que van trazando un lienzo frente a tus ojos, en otras ocasiones parecen como si dos átomos de luz estuvieran a punto de colisionar para después seguir en caminos diferentes, o en otros momentos dibujan un relámpago hecho por un niño en el aire.
“Ahí se ven luciérnagas de luces rojas, gorditas, en donde se escucha su vuelo, y la realidad es que son bichos con luces blancas, con fuertes destellos y sin ruido por aletear”, dijo una de las visitantes.
Algunos de los destellos, ya en la oscuridad del bosque, son visibles incluso a 35 metros de distancia, pero llega un momento en que son muchos y comienzan a brillar incluso por secciones, al grado que sus luces pueden estar sincronizadas, como si viera el latir de un ser etéreo.
Para que esto se mantenga la Conafor da apoyos a la región por más de 18 millones 500 mil pesos a través del Programa Nacional Forestal, los cuales se dan por pago por servicios ambientales, estudios para el aprovechamiento forestal, silvicultura, certificación forestal, desarrollo comunitario, reforestación, brigadas rurales de incendios forestales, entre otros.
“Todo esto se hace con el apoyo con los ejidatarios de San José, Nanacamilpa, San Felipe Hidalgo, Lira y Ortega; así como de las sociedades de Producción Rural Fresh Forest y Piedra Canteada”, detalló Gisela Lucero Zepeda.
El estado de Tlaxcala se compone de más de 84 mil hectáreas de superficie forestal, lo que corresponde al 21.2% del territorio estatal.