En los últimos 20 años, la fecundidad en México ha cambiado. De tener un nivel considerado alto (casi tres hijos por mujer) a uno bajo (ligeramente por debajo del nivel de reemplazo poblacional), de acuerdo con las estimaciones de la Tasa Global de Fecundidad
Fertilidad y familia en México con Plan M
México es un país en el que la familia tiene un papel fundamental. Sus miembros, más allá de conformarla, concentran a su alrededor costumbres, tradiciones y rasgos particulares, que la ligan a una tradición sociocultural más amplia: la idea de nación.
En ese sentido, la familia y, por tanto, los hogares que las albergan constituyen espacios de relaciones sociales de naturaleza íntima, donde conviven e interactúan personas emparentadas, de género y de generaciones distintas. En su seno se construyen fuertes lazos de solidaridad; se entretejen relaciones de poder y autoridad; se reúnen y distribuyen los recursos para satisfacer las necesidades básicas de los miembros; se definen obligaciones, responsabilidades y derechos de acuerdo con las normas culturales, la edad, el sexo y la posición en la relación de parentesco de sus integrantes.
Los tiempos han cambiado y ahora no solo se habla de un tipo de familia, los hogares ahora se constituyen de otras maneras, y sin importar quienes las integren, la familia sigue teniendo el objetivo de guiar a cada uno de sus miembros para que aprendan a enfrentarse al mundo en el que se desenvolverán social y culturalmente.
Los factores que han modificado a los tipos de familias que existen en la actualidad se relacionan con la reducción de la fecundidad, aunada al aumento de la esperanza de vida de la población, que genera un acelerado proceso de envejecimiento. La modificación en el rol de la mujer al incorporarse a la vida laboral, adquiriendo independencia económica, procurando su desarrollo y ampliando sus oportunidades; así como el fenómeno migratorio que demanda nuevas formas de reorganización y de vínculo en las familias.
Tipos de familia
En nuestro país actualmente hay 35 millones de hogares, integrados por madre, padre e hijas o hijos (nuclear); las y los abuelos; familias y hogares encabezadas por madres o padres solteros (monoparental); familias conformadas por parejas sin hijas o hijos; parejas de adultos cuyas hijas o hijos han dejado ya el hogar; personas que viven solas; parejas del mismo sexo, con o sin hijas o hijos (homoparental), así como nuevas familias y hogares conformados por personas unidas que, previamente y por separado, habían conformado alguna vez los propios (compuesta).
Según el Consejo Nacional de Población, los hogares familiares comprenden el 88.1% del total de hogares del país. La mayoría son nucleares (71.3%), es decir, están formados por parejas con o sin hijas/os, o únicamente por el padre o la madre, denominados monoparentales; 27.9% son hogares ampliados, integrados por nucleares y monoparentales, pero también con la residencia de otros parientes como tíos/as, primos/as, hermanos/as, suegros/as, etcétera; por último, 0.8% son hogares compuestos, es decir, integrados por nucleares o ampliados, y además con personas que no tienen ningún parentesco con la jefa o jefe del hogar.
La infertilidad y su impacto en la familia
La población femenina que alcanza estudios superiores al nivel primaria posterga la maternidad hasta los 31 y 36 años; mientras que quienes sólo alcanzan este nivel o menos concentran los primeros nacimientos entre los 18 y 21 años.
Aunado a ello, en la actualidad las mujeres alcanzan con mayor facilidad estudios superiores o ingresan a la fuerza laboral, por lo que al priorizar su vida profesional postergan la maternidad y la formación de una familia.
Otro factor que debe señalarse es la infertilidad, que en el mundo afecta a cerca de 48 millones de parejas y 186 millones de personas. “Se trata de una enfermedad del sistema reproductivo masculino o femenino consistente en la imposibilidad de conseguir un embarazo después de 12 meses o más de relaciones sexuales habituales sin protección”.
En México, poco más del 17% de las mujeres mexicanas en edad reproductiva padece infertilidad, lo que se traduce en que al menos 2.5 millones de parejas en nuestro país luchan con este problema, de acuerdo con datos del INEGI y especialistas.
Sin importar si se habla de hombres y mujeres, la infertilidad se muestra como una carencia que incide en el desarrollo de las personas, al producir frustración, tristeza, depresión y pérdida del sentido de la vida.
Quienes no forman parte de lo esperado por parte de la sociedad y son incapaces de cumplir estos parámetros son relegados, pues el papel de la familia es fundamental en un país como el nuestro, cuyo valor se encuentra determinado por un ciclo vital que debe cumplirse.
Las personas que se enfrentan a los diagnósticos de infertilidad acuden en más de una ocasión a recibir tratamientos, algunos convencionales y otros no tanto, en su búsqueda por concebir y dar a luz un hijo o hija de modo biológico o anatómicamente natural.
¿Por qué acceden a ello? Porque la infertilidad sigue viéndose y entendiéndose como una condición vergonzosa tanto para hombres como para mujeres, por esa razón, quienes padecen esta condición prefieren negar su existencia y buscar opciones con las cuales acceder a la formación de una familia, la institución social en la que surgen las primeras relaciones sociales, emocionales y de integración.
Se estima que más de 3.5 millones han nacido en el mundo mediante técnicas de reproducción asistida.7 En México se calcula que 1.5 millones de parejas padecen problemas de infertilidad, sin embargo, solo un bajo porcentaje acude con un especialista para conseguir tratamiento.
Este problema de salud se ha convertido en un problema sanitario, pues no solo se trata de la infertilidad sino de un problema de salud mental para las parejas que lo experimentan, debido al largo y complejo proceso que recorren para intentar quedar embarazadas.
En cuanto estas parejas que acuden a clínicas de fertilidad aumentan sus expectativas, pues conocen los “resultados” que han tenido en otros casos. Sin embargo, en nuestro país es imposible contar con un reporte sistemático sobre los resultados que obtienen las clínicas de fertilidad. De modo que, en la mayoría de los casos, las parejas que acuden ilusionadas a estas clínicas se dejan llevar por los resultados que sobre sí mismas muestran, sin que señalen con precisión que el “éxito de la reproducción asistida depende en buena medida de la la edad de la paciente y de la calidad de los óvulos; la edad con mejor resultado para lograr un parto después de transferir un embrión es a los 28 años”.
Por esta razón es fundamental el consentimiento informado, que requiere de la exposición de las posibles consecuencias y de los riesgos de tipo médico, sociales y emocionales del éxito o del fracaso de la técnica de reproducción asistida, para que la pareja tenga mayor la claridad sobre lo que podría o no pasar.
¿Qué pasa con los niños que nacen por técnicas de reproducción asistida?
En 1978 nació el primer bebé resultado de una fecundación in vitro, desde entonces y hasta 2019, se estimaba la concepción de 5.4 millones de bebés bajo técnicas de reproducción asistida.
Las parejas que acuden a técnicas de reproducción asistida para formar una familia en ocasiones se preguntan si los niños serán diferentes física o conductualmente a los niños que nacen de forma “natural”. Respecto a esta situación se han realizado múltiples estudios en los niños en edad escolar y en la adolescencia, derivado de la idea de que padecerán problemas emocionales más rápido y serán más propensos a ellas que los otros niños.
Los hallazgos actuales señalan que los niños en edad escolar tienen menos problemas del comportamiento o emocionales, y, al mismo tiempo, presentan mejores habilidades cognitivas. Esto se debe a que los padres tienen una mayor preocupación por su crianza, además del compromiso emocional y del empeño que ponen sus padres por protegerlos y educarlos de la mejor forma posible. Ésto es fruto de la preocupación que padeció la pareja por cuestiones relacionadas con la infertilidad y con las técnicas de reproducción asistida a las que accedieron, haciendo que vean en el recién nacido un ser frágil que requiere sobreprotección y todo el cuidado posible.
Se ha descubierto que, durante la adolescencia, la mayoría de los padres hablan con sus hijos sobre la forma en que fueron concebidos, de modo que algunos adolescentes comienzan a ver afectada su relación familiar y su salud psicosocial, pero al contar con mayores herramientas de integración y salud emocional, difícilmente verán como un problema este evento, en cambio, fortalecerán el lazo que tienen con sus padres.
Ahora bien, conocer cómo se relacionan y establecen las relaciones de padres e hijos con niños concebidos bajo técnicas de reproducción asistida, plantea cuestiones referentes a cómo serán estos niños en el futuro, cuáles serán sus dudas, sus diferencias con los demás y cómo se concebirá a sí mismos.
Sin un registro oficial o información sobre las tasa de éxito de los tratamientos de reproducción asistida es difícil conocer cuáles son los resultados en México, cuáles son los centros en el país y cuál es la repercusión de estas técnicas, considerando que dentro de esta población se encuentran adultos. Además del conocimiento que ofrecerán sobre sus beneficios en las familias, tanto en pacientes como en hijos, y en los médicos involucrados.
Este es el caso de Plan M, una campaña de awareness de Ferring y una comunidad que desde su lanzamiento en 2020, se enfoca en América Latina, especialmente en México y Colombia, en aquellas personas y parejas que desean formar una familia en el corto, mediano o largo plazo.
Las personas que forman parte de la comunidad Plan M tienen acceso a información exclusiva sobre la planeación de la maternidad y la paternidad, mientras conocen en voz de expertos médicos, abogados psicólogos y otras personas que comparten su experiencia.