Los teporingos se ocultan entre los zacates de las zonas montañosas de la Faja Volcánica Transmexicana de la Sierra Nevada
Teporingo, el pequeño habitante de los volcanes
Prensa Animal/ Agencia Informativa Conacyt
¿Has visto la silueta de un conejo en la superficie de la luna? Su origen está relacionado con el fenómeno psicológico llamado pareidolia, donde nuestro cerebro asocia sombras y espacios de luz de cráteres y valles para hacernos ver figuras, rostros y animales.
En la cosmogonía mexica, el mito que narra el origen del sol y la luna alude al teporingo o zacatuche (Romerolagus diazi), el pequeño conejo de los volcanes, que plasmó su enigmática silueta en la cara de la luna.
Al margen de mitos y leyendas, esta especie, endémica de México, enfrenta hoy una dura realidad como consecuencia de la acelerada destrucción de su hábitat.
“El teporingo es una especie ancestral y primitiva por sus características dentales y óseas. Una teoría explica que el zacatuche surgió al término de las glaciaciones en México. Se estableció en las montañas altas de la Faja Volcánica Transmexicana. En esa zona hubo un tipo de especiación y desde entonces existe el zacatuche”, señaló en entrevista para la Agencia Informativa Conacyt, Mariana Isabel Solorio Damián, estudiante del doctorado en ciencias naturales de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM).
Mariana Solorio fue cautivada por el teporingo cuando cursaba la licenciatura en biología en la UAEM. La joven científica dedica sus investigaciones a buscar al conejo, pero no en la luna, sino a través del monitoreo y estudio de su biología, en el grupo de investigación del doctor en ciencias José Antonio Guerrero Enríquez, miembro nivel I del Sistema Nacional de Investigadores (SNI).
“Los teporingos están clasificados dentro del orden Lagomorpha, un grupo taxonómico constituido por todas las especies de conejos, liebres y pikas. En México no existen pikas pero sí conejos y liebres”, indicó Mariana Solorio, miembro de la Asociación Mexicana de Mastozoología (AMMAC).
La experta ha presentado sus proyectos de investigación sobre conducta en vida libre del conejo zacatuche en distintos congresos y simposios nacionales e internacionales.
“Nuestro país es el más diverso de Latinoamérica en cuanto a lagomorfos, al albergar 15 especies, 10 de conejos y cinco de liebres, de las cuales siete especies son endémicas, es decir, que no se distribuyen en ningún otro lugar del mundo más que en nuestro país”, señaló.
Asimismo, Mariana Solorio mencionó que el teporingo no es como cualquier otro conejo, ya que tiene características mezcladas de las liebres, conejos y pikas.
“Empezando por su aspecto físico, el zacatuche es muy diferente a otros conejos. Tiene orejas pequeñas y redondeadas, patas cortas y una cola que no es detectable a simple vista”.
La experta recalcó que el zacatuche posee un patrón dental similar al de los conejos ancestrales. Sin embargo, sus atributos cromosómicos y reproductivos están relacionados con las liebres.
“El periodo de gestación de los teporingos es similar al de las liebres, que es un poco más de un mes y la cantidad de crías también es parecida. En promedio tienen de dos a tres crías, contrario al tamaño de camada de los conejos que suelen ser de más de cinco crías”, indicó.
Por el contrario, con las pikas comparten la habilidad de emitir diferentes vocalizaciones. Los conejos emiten sonidos pero no como parte de sus interacciones sociales. Los teporingos tienen un amplio repertorio de vocalizaciones que utilizan en sus relaciones sociales. Las más comunes son sus llamados de alarma y las realizan cuando hay algún depredador cercano, indicó Mariana Solorio.
Pequeño y escurridizo
La curiosidad incitaba a nuestros ojos infantiles y enamorados para escudriñar un conejo en la luna llena. La maestra Mariana Solorio continúa con la impaciente curiosidad por descubrir los misterios del conejo más pequeño de México.
Debe ser cuidadosa porque son tímidos y escurridizos. Los teporingos se ocultan entre los zacates de las zonas montañosas de la Faja Volcánica Transmexicana de la Sierra Nevada, donde se encuentran los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl, y la Sierra Ajusco-Chichinautzin.
En estas montañas, existe una gran variedad de hábitats y organismos exclusivos de la zona.
“El zacatuche vive en grupos de dos o cinco individuos. Son sociales y territoriales. Se cree que hay jerarquías donde las hembras dirigen las colonias. Todo esto no ha sido bien documentado, en realidad, es muy poco lo que se sabe sobre el teporingo”, señaló Mariana Solorio.
La experta recalcó que la información del teporingo data de los años 80 y 90. La mayoría de los trabajos son descripciones.
“Para determinar la presencia de una especie en cualquier lugar, debe realizarse un monitoreo mínimo de un año, con la finalidad de entender el patrón de movimiento en un ciclo anual”.
Los expertos suelen utilizar los rastros que dejan las especies a lo largo de su distribución para determinar la presencia de la misma en una zona. Para los zacatuches, el monitoreo a través de sus excretas es eficiente, ya que los conejos al ser animales herbívoros, tienen una tasa fecal abundante.
“Es recomendable hacerse conteos mensuales de sus letrinas, que son aglomeraciones de excretas compuestas por más de 30 de ellas, las cuales son pequeñas y en forma de luneta. Además, es ideal que el monitoreo se complemente con el uso de cámaras trampa para obtener una evidencia más robusta de su presencia”, indicó la bióloga.
Al tener un ámbito hogareño pequeño, las áreas de movimiento y los parches de alimentación del teporingo son fáciles de localizar, por lo tanto, para el monitoreo se establecen cuadrantes y líneas de transectos.
“En cada transecto colocamos una pequeña parcela. En esas parcelas vemos si hay presencia de excretas y ,de ser así, contamos las letrinas. En la UEAM hemos trabajado en el monitoreo con el zacatuche desde hace varios años, se tienen datos desde 2006 en adelante, y seguimos al pendiente de las zonas que monitoreamos”.
Viviendo en las alturas
El paisaje donde vive el zacatuche es de bosques de encinos con suelos rocosos y temperaturas bajas que enfrían las manos.
La fisonomía del suelo tiene geografía especial con fragmentos empinados y planos, atestados de gramíneas amacolladas y zacate. En aquella zona también suele haber lluvias abundantes durante el verano, relató Mariana Solorio.
Los pastizales son el principal componente del bosque que alberga al zacatuche, quien juega escurridizo entre las áreas cubiertas de zacatón, logrando cavar túneles en la base, los cuales poseen bifurcaciones y cambios de dirección.
Estos conejos de las montañas se alimentan principalmente de las hojas tiernas de los pastos, pero también de las hojas y flores de otras plantas.
“Su área de distribución ha disminuido en años recientes debido a la destrucción de su hábitat. Se desconocen tamaños poblacionales exactos, pero es considerada una especie poco abundante. En 1994, en el volcán Pelado se estimó una población de seis mil 488 individuos”, señaló Mariana Solorio.
Al formar parte importante de la cadena trófica, la existencia del teporingo ejerce un papel relevante para el equilibrio del ecosistema donde habita.
Es importante desarrollar programas de educación ambiental y dar seguimiento a los programas de conservación y manejo que se han generado para esta especie, donde se involucren las diversas instituciones tanto nacionales como internacionales.
El teporingo es una especie prioritaria que si no conservamos ahora, solo podremos ver su reflejo en la luna, concluyó la maestra en biología integrativa para la conservación Mariana Solorio.