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Desde la década de 1930, los Institutos Nacionales de Salud han invertido unos $ 900 mil millones en investigaciones, que fueron utilizados por las compañías farmacéuticas, para patentar medicamentos de marca

Las grandes farmacéuticas se preparan para lucrar del Coronavirus

A medida que el nuevo coronavirus propaga enfermedades, muertes y catástrofes en todo el mundo, prácticamente ningún sector económico se ha salvado de los daños. Sin embargo, en medio del caos de la pandemia mundial, una industria no solo está sobreviviendo, sino que se está beneficiando enormemente.

La capacidad de ganar dinero con los productos farmacéuticos ya es excepcionalmente grande en Estados Unidos, porque el país carece de los mecanismos básicos de control de precios que tienen otros países

«Las compañías farmacéuticas ven a Covid-19 como una oportunidad de negocio única en la vida», dijo Gerald Posner, autor de «Pharma: Greed, Lies, and the Poisoning of America«. El mundo necesita productos farmacéuticos, por supuesto. Para el nuevo brote de coronavirus, en particular, necesitamos tratamientos y vacunas y, en los Estados Unidos, pruebas. Docenas de compañías ahora compiten para hacerlas.

«Todos ellos están en esa carrera», dijo Posner, añadiendo que, los beneficios potenciales son enormes. La crisis global «será potencialmente un éxito de taquilla para la industria en términos de ventas y ganancias», dijo, y agregó que «cuanto peor es la pandemia, mayores son sus ganancias eventuales«.

Con la crisis actual, los fabricantes de productos farmacéuticos pueden tener aún más margen de lo habitual. Los lobbistas de la industria, han conseguido insertarse en el paquete de $ 8,3 mil millones, aprobado para gastos del coronavirus.

La capacidad de ganar dinero con los productos farmacéuticos ya es excepcionalmente grande en Estados Unidos, porque el país carece de los mecanismos básicos de control de precios que tienen otros países, lo que brinda a las compañías farmacéuticas más libertad para fijar los precios de sus productos, que en cualquier otro lugar del mundo.

Ahora, con la crisis actual, los fabricantes de productos farmacéuticos pueden tener aún más margen de lo habitual, porque los lobbistas de la industria, han conseguido insertarse en el paquete de $ 8,3 mil millones, aprobado la semana pasada para gastos del coronavirus.

Inicialmente, algunos legisladores habían tratado de asegurarse de que el gobierno federal limitaría la cantidad de compañías farmacéuticas que podrían lucrar de las vacunas y los tratamientos para el nuevo coronavirus, que desarrollaron con el uso de fondos públicos.

En febrero, el representante Jan Schakowsky, D-Ill., y otros miembros de la Cámara, escribieron a Trump pidiéndole que «se asegure de que cualquier vacuna o tratamiento desarrollado con dólares de los contribuyentes estadounidenses sea accesible, disponible y asequible«, un objetivo que dijeron que no podría cumplirse «si las corporaciones farmacéuticas tienen autoridad para establecer precios y determinar la distribución, poniendo los intereses con fines de lucro por encima de las prioridades de la salud«.

Cuando se negoció el financiamiento del coronavirus, Schakowsky intentó nuevamente. El 2 de marzo escribió al Secretario de Salud y Servicios Humanos, Alex Azar, diciéndole que sería «inaceptable si los derechos para producir y comercializar esa vacuna se entregaran posteriormente a un fabricante farmacéutico a través de una licencia exclusiva, sin condiciones de fijación de precios o acceso, lo que permitiría a la compañía cobrar el precio que quiera, lo que significa esencialmente, vender la vacuna al público que pagó por su desarrollo».

Pero muchos republicanos se opusieron a agregar un lenguaje al proyecto de ley que restringiría la capacidad de la industria de obtener ganancias, argumentando que sofocaría la investigación y la innovación. Y aunque Azar, (quien se desempeñó como el principal cabildero y jefe de operaciones de los Estados Unidos para la gigante farmacéutica Eli Lilly antes de unirse a la administración Trump), aseguró a Schakowsky que compartía sus preocupaciones, sin embrago, el proyecto de ley continuó consagrando la capacidad de las compañías farmacéuticas para establecer precios potencialmente exorbitantes para las vacunas y medicamentos que se desarrollan con el dinero de los contribuyentes.

El paquete de ayuda final no solo omitió el lenguaje que limitaba los derechos de propiedad intelectual a los fabricantes de los medicamentos, sino que también omitió el texto, que había estaba incluido en un borrador anterior, y que permitía al gobierno federal tomar cualquier medida, si existiera la preocupación de que los tratamientos o las vacunas desarrolladas con fondos públicos, tenían un precio demasiado alto.

«Esos lobbistas merecen una medalla de sus clientes farmacéuticos, porque mataron esa disposición en contra de la propiedad intelectual«, dijo Posner, quien agregó que la omisión del texto que permite que el gobierno responda al aumento de precios fue aún peor. «Permitirles tener este poder durante una pandemia es indignante«.

Compañías privadas que obtienen ganancias exorbitantes de medicamentos producidos con fondos públicos

La verdad es que, sacar provecho de la inversión pública, también es un negocio habitual para la industria farmacéutica. Según los cálculos de Posner, desde la década de 1930, los Institutos Nacionales de Salud han invertido unos $ 900 mil millones en investigaciones, que fueron utilizados por las compañías farmacéuticas, para patentar medicamentos de marca.

Según el Grupo de Defensa Pacientes por Medicamentos Asequibles, cada medicamento aprobado por la FDA entre 2010 y 2016, involucró investigación financiada con dólares de impuestos, a través del NIH. Los contribuyentes gastaron más de $ 100 mil millones en dichas investigaciones.

Entre los medicamentos que se desarrollaron con algunos fondos públicos y se convirtieron en grandes ingresos para las empresas privadas, se encuentran el AZT , un medicamento contra el VIH; y el tratamiento contra el cáncer Kymriah, que Novartis ahora vende por $ 475,000.

En su libro «Pharma», Posner señala otro ejemplo de compañías privadas que obtienen ganancias exorbitantes de medicamentos producidos con fondos públicos. El medicamento antiviral sofosbuvir, que se usa para tratar la hepatitis C, surgió de una investigación clave financiada por los Institutos Nacionales de Salud. Ese medicamento ahora es propiedad de Gilead Sciences, que cobra $ 1,000 por píldora, más de lo que muchas personas con hepatitis C pueden pagar. Gilead ganó $ 44 mil millones por la venta de este medicamento, durante sus primeros tres años en el mercado.

«¿No sería genial que algunas de las ganancias de esos medicamentos volvieran a la investigación pública en los NIH?» preguntó Posner.

En cambio, las ganancias han financiado enormes bonificaciones para los ejecutivos de las compañías farmacéuticas, y la comercialización agresiva de medicamentos para los consumidores. También se han utilizado para impulsar aún más la rentabilidad del sector farmacéutico. Según los cálculos de Axios, las compañías farmacéuticas obtienen el 63% de las ganancias totales de atención médica en Estados Unido. Eso se debe en parte al éxito de los esfuerzos de sus lobistas.

Solo en 2019, la industria farmacéutica gastó $ 295 millones en cabildeo. Esto es mucho más que lo invertido en cabildeo por cualquier otro sector económico del país: es casi el doble que lo gastado por el sector de la electrónica (el segundo grupo que más gasta en cabildeo); que el sector manufacturero y de equipos, y mucho más del doble de lo que gastan las empresas de gas y petróleo.

La industria farmacéutica es también muy generosa en sus contribuciones de campaña a legisladores tanto demócratas como republicanos. A lo largo de las primarias demócratas, Joe Biden ha liderado el grupo de receptores de contribuciones de las industrias farmacéutica y de atención médica.

El gasto de las Big Pharma ha posicionado bien a la industria en la pandemia actual. Si bien los mercados bursátiles se han desplomado en reacción a la crisis de la administración Trump, más de 20 empresas que trabajan en el desarrollo de una vacuna, y de otros productos relacionados con el nuevo virus SARS-CoV-2, se han librado en gran medida. Los precios de las acciones de la empresa biotecnológica Moderna, se dispararon cuando lo empresa comenzó a reclutar voluntarios para hacer ensayos clínicos de su nuevo candidato para una vacuna contra el coronavirus hace dos semanas.

Los ex cabilderos principales de Eli Lilly y Gilead ahora sirven en la White House Coronavirus Task Force.

El jueves, un día de carnicería general en los mercados bursátiles, las acciones de Eli Lilly también disfrutaron de un impulso, después de que la compañía anunció que también se unía al esfuerzo para idear una terapia para el nuevo coronavirus.

También está prosperando la empresa Gilead Sciences, que está trabajando en un posible tratamiento para el Covd-19. El precio de las acciones de Gilead ya había subido desde la noticia de que su medicamento antiviral remdesivir, creado para tratar el Ébola, se estaba administrando a pacientes con Covid-19.

Después de que el Wall Street Journal informara que la droga tuvo un efecto positivo en un pequeño número de pasajeros de cruceros infectados, el precio subió aún más.

Varias compañías, incluidas Johnson & Johnson, DiaSorin Molecular y QIAGEN han dejado en claro que están recibiendo fondos del Departamento de Salud y Servicios Humanos, por trabajos relacionados con la pandemia, pero no está claro si Eli Lilly y Gilead Sciences están utilizando el dinero del gobierno por su trabajo en el virus. Hasta la fecha, el HHS no ha emitido una lista de beneficiarios de las subvenciones.

Pero muchos republicanos se opusieron a agregar un lenguaje al proyecto de ley que restringiría la capacidad de la industria de obtener ganancias, argumentando que sofocaría la investigación y la innovación

Y de acuerdo con Reuters, la administración Trump ha dicho a los altos funcionarios de salud, que se traten las discusiones sobre el coronavirus, como clasificados y que excluyan a otros empleados que no tengan autorizaciones de seguridad, de las discusiones sobre el virus.

Los ex cabilderos principales de Eli Lilly y Gilead ahora sirven en la White House Coronavirus Task Force. Azar se desempeñó como director de operaciones para Estados Unidos de Eli Lilly e hizo lobby para la empresa, mientras que Joe Grogan, que ahora se desempeña como director del Consejo de Política Nacional, fue el principal lobbista de Gilead Sciences.

Por Sharon Lerner

www.ecoportal.net

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